domingo, 10 de noviembre de 2024

Jam Session Nº4


DIABLOS AZULES - JAM SESSION Nº 4
28 de diciembre de 2010

POETA INVITADA
Ana Pérez Cañamares


POETAS PARTICIPANTES POR ORDEN DE APARICIÓN: 1. Chema Rubio • 2. Olaia Pazos • 3. Paco Sevilla • 4. Miguel Retana • 5. María Virtudes Reza • 6. Luis Ricardo Suárez • 7. Bill Gorton, taxidermista • 8. El Cable Azul • 9. Gsús Bonilla • 10. Paco Gómez Escribano • 11. Carlos Salem • 12. Juan Carlos Medina • 13. Sagrario del Peral • 14. Santiago Tena • 15. Leire Olmeda • 16. Manuela Paso • 17. Leo Zelada • 18. Juana Vázquez • 19. Bárbara Butragueño • 20. José Manuel Gallardo • 21. Giovanni Collazos • 22. Nares Montero • 23. Gabriel Maciel • 24. Irene del Barrio • 25. Tristana • 26. Ramiro • 27. Montoya • 28. Sandy García • 29. Mayte Barrera Benito • 30. Batania

DURACIÓN: Dos horas y cuarenta y ocho minutos (desde las 21:27 a las 0:15).

INCIDENCIAS: Olaia Pazos, Miguel Retana, Ramiro y Mayte Barrera Benito recitaron de memoria. Chema Rubio recitó a dúo con Leire Olmeda y Nares Montero hizo una performance en su tercer poema.

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También el azul sabe rugir; vivimos tan jóvenes y veloces que a nuestro paso se desprenden las etiquetas de las cervezas. El martes, en Malasaña, centro mundial del alcohol y la poesía, se celebró una nueva jam de lúpulo y de sueños, con treinta diablos que se pusieron ante el micrófono con la cola taraceada en renglones partidos. Y entre tanto diablo, con tridente de feminidad, ciudadanía y civismo, Ana Pérez Cañamares.

Ana Pérez Cañamares o la belleza de la justicia. Al cronista le gusta adjuntar datos certificables que mitiguen el insufrible relativismo en que se mueve la poesía, que parece inventada para provecho de sofistas, por lo que ha tecleado en Google “Ana Pérez Cañamares” y ha cotejado el número de resultados obtenidos con el de algunas y principales poetas vivas y en español:

31 300 – Ana Rossetti
31 300 – Chantal Maillard
58 600 – Blanca Andreu
64 800 – Olvido García Valdés
80 100 – Cristina Peri Rossi
178 000 – Ana Pérez Cañamares
241 000 – Gioconda Belli
390 000 – Ana María Moix

No pretendo con esta relación elevar a Google a patrón de nada y mucho menos equiparar resultados a calidades, claro, porque las poetas monstruo que rodean a la tinerfeña poseen una obra contrastada y una reputación obtenida a lo largo de varias décadas, mientras que la integrante de la Generación Blogger es una poeta que ha comenzado a escribir en 2007. Sin embargo, esta lista me parece reveladora de lo más importante que ha pasado en la poesía española de los últimos años. Lo que ha pasado se llama Internet. No hay semana en que el nombre de esta poeta, que admira y relee entre otros a Harry Martinson, Yehuda Amijai o Sharon Olds, no aparezca en diversas webs o sus poemas nutran las entradas de otros blogs. Estamos hablando ya, por decirlo en gordo y redondo, de una de las poetas españolas más leídas y conocidas. Su proliferación en la red me parece una de las más espectaculares de los últimos años, al menos por los sembríos en que me muevo, donde su presencia solo es superada, en mi opinión, por la del poeta asturiano David González. Me lo trasladó un día la propia Ana:

–Mira, Batania, cuando Baile del Sol me dijo que iba a sacar 500 ejemplares de mi primer poemario, La alambrada de mi boca, yo creí que se habían vuelto locos y que me iba a estrellar, porque pensaba que la poesía no vende y menos la de una poeta primeriza como yo. Por eso aluciné cuando se agotó rápidamente y tuvieron que sacar una segunda edición. Sin la red hubiera sido imposible.

Sin la red y sin una calidad como la de ella, claro, porque otros blogueros llevamos años descornándonos en el blogspot y, sin embargo, no llegamos a su relevancia ni con zancos. A día de hoy, Pérez Cañamares ha publicado tres libros (dos de poesía y uno de relatos), ha participado en multitud de antologías y comienza a ser reivindicada por otros blogueros jóvenes como una de sus lecturas tutelares. Carlos Salem la presentó el martes de la siguiente manera:

–Yo no creía que la poesía pudiera ser concreta y volátil hasta que conocí a Ana Pérez Cañamares.

Recitó muy bien, porque ha participado en muchos bolos desde que empezó y las tablas se le notan. También le ayuda mucho ante el micrófono su poesía de la eficacia. Leyó poemas de sus dos libros publicados, uno de los cuales, Generaciones, dedicó a José Ángel Barrueco y a su madre fallecida, y después recitó otros poemas de los dos libros nuevos que está preparando, que vienen muy bien y fueron los más aplaudidos.

Vengo diciendo que mi forma de escribir crónicas consiste en tres raciones de azúcar y un chorro de vinagre. La razón de que el azúcar triplique al vinagre es evidente: no quiero aparecer asesinado antes de los cuarenta años. En el caso de la poesía de Pérez Cañamares, teniendo en cuenta que me he leído con despaciosidad sus dos primeros poemarios, he asistido a tres recitales suyos y leo frecuentemente su blog, me resulta fácil hallar el azúcar y no tanto el vinagre, pero ahí va:

AZÚCAR1: Es una de las pocas poetas que comenzó escribiendo bien desde el principio, frente a la mayor parte del gremio, que siempre saca un primer libro del que luego se arrepiente (con razón). La alambrada de mi boca ya es un libro notable con poemas como el ya citado Generaciones, que me merece el calificativo de excelente.
AZÚCAR2: Cultiva una poética donde el trabajo del ojo y de la piel precede al de la muñeca. Suele escribir de dentro afuera: de lo privado salta con facilidad a lo público. Su manera de contarnos su vida no es ombliguista sino que logra dar testimonio tanto de sí misma como de la sociedad de su época.

AZÚCAR3: En el plano formal le distingue un lenguaje neutro, un narrativismo muy logrado, una utilización espartana y pertinente de los elementos, un buen sentido para el remate y facultades para lo lapidario.

VINAGRE: La alambrada de mi boca padece de irregularidad. Alfabeto de cicatrices me parece mejor estructurado pero me sobran diez poemas. Considero que algunos de sus trabajos están escritos con un pie en el verso y otro en la prosa. Por otra parte, cada vez que abandona el lenguaje neutro que le caracteriza y se adentra en mayores aventuras verbales, muestra una capacidad y variedad metafórica limitadas.
Sin poetas espectáculo
Tras la demostración de Pérez Cañamares comenzó la jam session, que estuvo condicionada por la ausencia de los poetas espectáculo principales, como Nacho Aldeguer, Dani Orviz o Danilac. Salem suele dar paso a los poetas atendiendo a criterios rítmicos: en el momento en que la sesión decae porque los poemas son malos o son buenos pero mal recitados (pasan las dos cosas), da entrada a un poeta de raíces interpretativas o musicales que levanta de nuevo el ánimo de la concurrencia, que es de natural muy dada al charloteo cada vez que se aburre. El martes faltaron los maestros del micrófono y la única que quedaba, Olaia Pazos, vino sin ganas de recitar, pero fue obligada a subir al estrado para hacernos una de sus exhibiciones. Lo que ocurre con Pazos es una de las leyes no escritas de la jam: cada vez que sale nadie bebe.

Escuché muchos metapoemas. Uno de Leire Olmeda. Otro de Juana Vázquez, muy divertido. Otro de Leo Zelada en el que arremetía contra Ashbery y contra la multiplicación de epígonos facilistas de Bukowski. Zelada dijo antes de recitar:

–Voy a meter un poco de caña a esta jam, porque alguien tiene que hacerlo.

Manuela Paso gustó mucho con un poema, A veces cuando escribo me siento abandonada, cuyos versos estaban mechados y recorridos con los nombres de los principales poetas en español del siglo XX, más la inclusión foránea de Pavese. Gsús Bonilla lo ha publicado en su blog. También recitó un metapoema muy bueno Paco Sevilla, aquel cuya postdata decía:
No hago otra cosa que gritar
porque quiero parecerme al
SOL
Y estoy en deuda con las trompetas de huesos
Tibetanos
Haced el favor de odiarme
tal y como yo merezco
En general, las nuevas generaciones no creen en un poeta que contenga multitudes, al modo de Whitman, ni en el poeta como vidente, al decir de Rimbaud, ni como pequeño Dios, en el caso de Huidobro, ni como arma cargada de futuro, a la manera de Celaya: observo que las nuevas promociones se toman al poeta desde mucha distancia y con bastante cachondeo porque, como decía el poema de Leire Olmeda, al final los versos no transforman nada.

Bárbara Butragueño
Uno de los picos más altos de la noche lo alcanzó Bárbara Butragueño o tu límite es el cielo. Cuando se puso ante el micrófono y recitó su trabajo Cinco hijos, ocurrió aquello que Ajmátova solía decir de Mandelstam: “Cuando empezaba a leer sus poemas, era como un cisne blanco deslizándose por el agua”. Arrasó. A mí me dio el habitual ataque de cuernos de los que me dan cuando algunos me vienen con la especie de que la admiran más que yo. Mucho ojo: yo la descubrí primero. Por si acaso, y viendo tanto fervor por ella, voy a confeccionar para la semana que viene un cartel de tres metros de ancho y uno de alto con la siguiente leyenda, “Recuerda que eres mortal”, para enseñárselo cada vez que concite ovaciones tan unánimes y merecidas.

Chema Rubio recitó político y a dúo con Leire Olmeda. Nares Montero gustó con una performance que contó con la ayuda de Pilar, la mujer estupenda que nos aguanta y rige el local. Luis Ricardo Suárez fue muy aplaudido con un poema cuyo verso, “le hice el amor al radiador”, se repetía en varias partes. Sagrario del Peral leyó con voz de trueno y se reivindicó como una poeta total:

–Batania, no vuelvas a decir que soy una poeta erótica. Eso es una cosa que dice Salem.

Tiene razón. Consignado queda. “En una realidad de invernadero / se camina a oscuras, desahuciados”, decía en uno de sus poemas. Miguel Retana, tras unas aventuras estupefacientes de pérdida-recuperación de su mochila y bufanda, recitó seguro y memorioso por partida triple. Me asombra la cultura que muestra este chico a sus veinte años. Juan Carlos Medina recitó social y Sandy García lo hizo por primera vez. Sandy viene de publicar su poemario “Vida” (SIAL) hace dos meses. Giovanni Collazos leyó tres de sus clásicos. En la presentación de Collazos, Carlos Salem había dicho:

–Este es un tipo que escucha en escrupuloso silencio a todos los poetas, no como otros.

El tiro iba para algunos que nos encontrábamos en la cola del bar, entre los que figuraba yo. Tiene razón Salem: en general, los hispanoamericanos son muchísimo más respetuosos que nosotros, que enseguida nos damos al chascarrillo y la moviola. Pero también es cierto que los poetas buenos nunca sufren la falta de respeto del público. Cada vez que sale Orviz o Pazos o Butragueño o Sevilla o Tena o Pérez Cañamares todo el mundo se calla. Y no hay dios que aguante una jam de treinta poetas y tres horas de reloj con el mismo grado de atención. La mejor manera que se conoce para que te escuchen en una jam sigue siendo escribir poemas buenos o recitarlos de forma notable. No es fácil pero no perdemos la esperanza. Como escribió Blas de Otero, “Algún día –después–, alguna noche, / me oirán”.


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