DIABLOS AZULES - JAM SESSION Nº 5
4 de enero de 2011
POETO INVITADO
Hipólito García “Bolo”
POETAS PARTICIPANTES POR ORDEN DE APARICIÓN: 1. Antonio Díez • 2. Nora • 3. Valentina Trio • 4. El Cable Azul • 5. Juana Vázquez • 6. Ramiro Tapiz • 7. Ángel Muñoz Rodríguez “Voltios” • 8. José Baena • 9. Paz Hernández • 10. Juan Carlos Pérez Medina • 11. Cristina Narea • 12. Batania • 13. Elisa Peña • 14. Santiago Tena • 15. Francisco J. Sevilla • 16. Nina Salinas • 17. Marian • 18. Marta la Bohemia • 19. Sagrario del Peral • 20. Martín Ortega • 21. Carlos Salem • 22. Luis Ricardo Suárez • 23. María José Domínguez • 24. Helio • 25. Rafael Sarmentero • 26. Mauco Sosa • 27. Leo Zelada • 28. Giovanni Collazos • 29. Manuela Caso • 30. Ángela de Luis • 31. Leire Olmeda • 32. Montoya • 33. Enrique Fornies • 34. Mariano Zurdo • 35. Marta Ávila • 36. Silvia Ortega • 37. Olaia Pazos • 38. Carlos Galán • 39. Alfonso Pindado • 40. Mayte Barrera Benito • 41. Dani Orviz
DURACIÓN: Tres horas y treinta y siete minutos (desde las 21:28 a la 1:05).
INCIDENCIAS: Nora, Ramiro Tapiz, Rafael Sarmentero, Olaia Pazos, Carlos Galán, Alfonso Pindado, Mayte Barrera Benito y Dani Orviz recitaron de memoria. Marian recitó de espaldas. Sarmentero se quedó en blanco a mitad de poema pero salió del trago con elegancia. El Cable Azul leyó el poema que traía en el móvil. Cuatro poetas que estaban apuntados se fueron antes de ser llamados a recitar. A Salem se le olvidó llamar a Nares Montero.
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Uno va por la vida de libro incunable, de divo a lo Gilda o Sofía Loren, y acude a los tinglados literarios solo para dejar constancia de su condición de asterisco y última coca-cola del desierto, de forma que no tolera muy bien que exista siquiera un solo facsímil desempeñando su mismo papel de adulte terrible y sensible profesional, por lo que imaginaros lo duro que se te puede hacer un martes en concreto, jam session, Diablos Azules, cuando sales de casa como ejemplar único y te encuentras a tu llegada con cuarenta y un poetas en la rampa de salida, ejemplares únicos como tú, inimitables de la muerte como tú, cada uno sus dolencias, esperando el pistoletazo para recitar sus versos. Cuarenta y un poetas, ya te digo. He probado a contar hasta cuarenta y uno y se tarda un rato.
Cuánto poeta. Y lo peor es que no vienen solos, sino que traen consigo y envueltas en celofán sus muchas enfermedades, sobre todo las que se inventan, las que nos inventamos, clasificadas en leves (como te iba diciendo, Batania, todo está atado, si no le bailas el agua a un poeta famoso no hay nada que hacer, etc), graves (es que yo, Batania, siempre fui un rebelde, lo llevo en los genes, etc) y muy graves (mi generación no puede entender mi poesía, Batania, yo escribo con la vista puesta dentro de cincuenta años, etc). Y en medio pero alejado de esta polución de rencores, iluminaciones, manías persecutorias y niñadas habituales, con su cabeza quijotesca de cincuenta y cuatro años, el poeto invitado, Hipólito García Fernández, "Bolo".
Bolo es un bilbaíno neomadrileño, un talento entre ecléctico, social y grouchiano que procede de la música. Os recomiendo que os leáis la entrevista que le hizo Viruete hace más de cuatro años, donde se comprueba hasta qué punto ha estado (y sigue) involucrado en ella. No os olvidéis de ver, en esa página, el video descacharrante que hizo para anunciar un disco de Judas Priest, acojona, tío, acojona, con el que alcanzó gran notoriedad, y sus opiniones categóricas sobre los cantantes y grupos musicales (se carga a más de la mitad, mis admirados Julio Iglesias y Héroes del silencio incluidos).
Bolo ha contado en muchas ocasiones que los poetas siempre le habían caído muy mal por petardos y qué-importante-soy-en-mi-propia-opinión, y seguimos sin explicarnos qué le hizo cambiar de parecer hace unos cinco años. Desde esa fecha conjuga música y poesía con naturalidad y ha publicado, además de las dos ediciones de Ese montón de dudas llamado chatarra (Amargord, 2006 y 2007), el triduo Trampolín Etcétera (Poesía eres tú, 2009, junto a Sergio Cruz Placer y Alfonso López), y El sofá de los valientes (Amargord, 2010). Por otra parte, su constancia y paciencia ante nuestro egoísmo vocacional le han convertido en uno de nuestros mejores promotores.
–Hablar de poesía en Lavapiés es hablar de Bolo –dijo Salem en la presentación.
Bolo nos ofreció un aperitivo de treinta minutos, el más largo que ha invertido un poeta invitado hasta ahora, pero que no se hizo largo en absoluto porque es un maestro del micrófono y todo un personaje en estado de ocurrencia permanente. La imposible ley baudelairiana de “ser sublime sin interrupción” se cumple con bastante frecuencia en su caso. El silencio con el que seguimos todo el recital, solo interrumpido por las risas y los aplausos, es el silencio al que aspira todo poeta que se precie. Nada más empezar el recital nos dijo:
–El que tenga el móvil apagado que lo encienda, es el momento.
Contó un chiste del humorista Eugenio, citó a Nuria Ruiz de Viñaspre, recordó a los recientemente fallecidos Berlanga, Morente, Ory y Alexandre y nos antirrecomendó al escritor Peter Handke porque “es un coñazo”. También nos trasladó las partidas de cartas que juegan en el cielo su padre, Paco Rabal, José Antonio Labordeta y Fernando Fernán Gómez:
–Suele jugar mi padre con Paco Rabal y ganan casi siempre, y no veas la mala leche que agarra Fernán Gómez.
Lo que predomina en la poesía de Bolo es el aerolito, la greguería, el poemínimo efrainista y surreal. Como en toda poesía caracterizada por la fragmentación, tiende a la anarquía y consta de momentos peores y mejores. El Bolo que menos me gusta me parece el de los retruécanos o versos cercanos al chiste, basados solamente en el ingenio, aunque es el más aplaudido y reconozco que yo mismo me río mucho. Es el Bolo que escribe:
Fragata: barco de FragaBeatificaron a San DecesZambomba: Instrumento para masturbarse en las grandes ocasiones.Ramera: Mujer frívola del meroSan Sebastian se enamoró de un flechazoÉl vino. Y se convirtió en tintoYa no voy rápido ni al festival de cortosEl móvil del crimen fue EricssonCuando me sube la tensión, me la bajo de Internet
Este humor me parece un humor sobrado de efectismo y escaso de poesía que propicia una sonrisa rápida pero pronta al olvido. Prefiero el Bolo donde la sustancia poética o el nervio surrealista es de aliento más largo, el de los aerolitos que se aplauden un poco menos porque no sorprenden al primer segundo pero son más duraderos, como el del poema de raíces sociales que publicamos en Poesía sin papeles o el de los siguientes fulgores:
En el oscuro vacío la sencillezEl desvío de la hortensiaLa humildad con la que beben los caballosFe, aspereza de inviernoLa felicidad es un segundo que se aleja de otroNi honestidad ni coherencia: soy geranio, como túMe dejé barba y empecé a no reconocer a nadieYa no limpia su nido la golondrinaFamilia, esa trampa bien organizada
Al finalizar la jam session se hizo una pequeña cola para firmar su último libro, El sofá de los valientes, el más solicitado sin duda desde que comenzaron estas sesiones poéticas. Bolo nos regaló a cada asistente un folio escrito en aerosol donde figuraba una de sus bolerías. Traía cincuenta poequeños distintos: a mí me correspondió La horma es el zapato que se aleja. Gustó mucho su poesía, sus salidas por la tangente, su regalo, todo.
Primera jam sin tabaco
La sesión postBolo transcurrió todo lo bien que puede transcurrir una sesión portaaviones de más de cuarenta poetas, aunque es muy difícil hacer una valoración de una enormidad semejante sin confundir la lechuga con la escarola o el apio con el perejil. Y eso que pudo ser peor, porque hubo momentos donde gravitó la posibilidad trágica de llegar a la cincuentena, hecho que no sucedió porque algunos poetas como Alfredo Piquer, José Luis Zúñiga, Gsús Bonilla, Teresa María y otros que me olvido se marcharon antes de tiempo, o algunos como Bacovicius o José Naveiras o Patty de Frutos o Mery Caos no quisieron o se atrevieron a recitar. También ocurre que Carlos Salem no da abasto ante tanto pelotón y a veces se olvida de llamar a alguno o alguna. Que también pasó. Salem comenzó la sesión haciendo referencia a la noticia de la semana:
–Aunque ya no se pueda fumar y sigan queriendo poner impuestos por soñar, aquí estamos.
La jam constó de 23 poetos y 18 poetas. La tradición de los bares madrileños indica que el porcentaje de chipirones suele ser muy superior al de las almejas, pero en estas sesiones se va imponiendo la paridad. Cada vez vienen más chicas y bellas de noche y eso nos motiva mucho. Chicas como Elisa Peña, que gustó con el poema Desmoralicemos al miedo. O Nina Salinas, quien recitó por primera vez y con fuerza, sobre todo el tercero y último, un poema social con formato de pregunta–respuesta. O Marta Ávila, quien leyó un soneto que ella llamó “deforme”, porque constaba de tres cuartetos en lugar de dos. O Marian, que recitó de espaldas. O Silvia Ortega, qué nivel, quien recitó un poema desde la perspectiva de La Louchette, la amante que contagió la sífilis a Baudelaire. U Olaia Pazos, siempre en su línea, que me afeó mucho y con razón que la llame “poeta espectáculo”. Pazos volvió a destacar con un poema muy hondo donde decía: Estamos tan llenos de principios y vacíos de contenidos. Eva Monogatari, por su parte, ha escrito una no crónica sobre sus sensaciones en la jam session que os recomiendo.
Francisco J. Sevilla hizo ante micrófono una defensa de las piraterías de Batania, ese chico que va adquiriendo una notoriedad descontrolada por motivos siempre alejados de su literatura. Leo Zelada fue de los más aplaudidos con un poema sobre la inmigración que lo publicaremos en Poesía sin papeles en cuanto nos lo envíe. Luis Ricardo Suárez comienza a imponerse como una de las referencias de la jam, pues escribe poemas frescos desde perspectivas laterales que siempre cosechan risas y aplausos. Rafael Sarmentero, un clásico, recitó por primera vez y anuncia para febrero la publicación de “Dadá demodé”, con Amargord, dentro de la colección Hecho en Lavapiés. Por cierto que Sarmentero se quedó en blanco cuando estaba recitando un poema dedicado a Bárbara Butragueño:
–Se me ha olvidado, Batania –me dijo riendo– porque estaba pensando en Bárbara.
Les pasa a los mejores, como es el caso. A mí me agrada mucho que los poetas se aprendan los poemas de memoria, y, sin miedo de erigirme en praeceptor hispaniae, voy a dar mis razones:
a) El poeta que se aprende su poema de memoria da un ejemplo del interés y pasión con que se toma la poesía y la jam.b) El que recita de memoria lo hace siempre con mucha más naturalidad que el que lee, al que casi siempre le sale una recitación más plana.c) Recitar de memoria te permite tener los ojos y los brazos libres, por lo que puedes utilizarlos para dirigirlos hacia el público y conseguir mayor verosimilitud.
El cronista se ha propuesto ir publicando cada cierto tiempo una lista–clasificación de los poetas que más veces han recitado de memoria, porque le parece una modalidad en desuso que no se debe perder.
Antonio Díez
Recitaron muchos poetas por primera vez, como Helio, Paz Hernández, Voltios, Mariano Zurdo, Enrique Fornies, María José Domínguez, Alfonso Pindado, Martín Ortega y otros que seguramente me olvido. Santiago Tena, que ha vuelto a su blog, recitó con tal intensidad un poema, el tercero, que hasta se le quebró la voz en los últimos versos. Antonio Díez, otro que se estrenó, me trajo una noticia sensacional: es el prologuista de “Mucha policía”, poemario de Juan Bautista Moreno que saldrá en febrero en Baile del Sol y que relata desde dentro el mundo en el que se mueve un policía. Díez me contó off the record algunos aspectos del libro y me dejó asustado:
–Si es cierto el 10% de lo que me cuentas –le dije–, al poeta y policía Juan Bautista Moreno se le va a caer el pelo.
–No, Batania, porque Juan Bautista Moreno no existe; es el seudónimo bajo el que se oculta el policía.
Ese libro puede convertirse en un acontecimiento no sólo literario, sino en un escándalo documental y periodístico. De ser verdadero el recorrido que nos ofrecen esos versos, hay razones sobradas para que empecemos a protegernos de la policía en lugar de ser protegidos por ella.
La sesión la concluyó Orviz con la lectura memorizada de “El mundo de un tirón”, que dio paso a la demasiada cerveza y a nuestras habituales querellas gulliverianas sobre si debemos partir el huevo por la parte ancha o por la parte larga. Voy concluyendo que, con todas nuestras irregularidades y poemas engendro, lo mejor de nosotros lo damos ante el micrófono. Eran las tres de la mañana cuando el cronista hizo un truco de magia y desapareció entre la niebla mientras tarareaba aquella canción de Los secretos: “Pero cómo explicar/ que me vuelvo vulgar/ al bajarme de cada escenario”.