DIABLOS AZULES - JAM SESSION Nº 2
14 de diciembre de 2010
POETO INVITADO
Gsús Bonilla
POETAS PARTICIPANTES POR ORDEN DE APARICIÓN: 1. Danilac • 2. Marta • 3. Abel Aparicio • 4. Beatriz Calvo • 5. Batania • 6. Carlos Salem • 7. Tábata • 8. Valentina Trio • 9. Francisco J. Sevilla • 10. Santiago Tena • 11. Marta Massé • 12. Kebran • 13. Nacho Aldeguer • 14. Leo Zelada • 15. Bill Gorton taxidermista • 16. Ignacio Martín Lerma • 17. Leire Olmeda • 18. Luis Ricardo Suárez • 19. José Antonio Pames • 20. Juana Vázquez • 21. José Zúñiga • 22. Dani Orviz • 23. Miguel Retana • 24. El Cable Azul • 25. Ramiro Tapiz • 26. Mauco Sosa • 27. Mayte Barrera Benito
DURACIÓN: Dos horas y treinta y siete minutos (desde las 21:28 a las 0:05).
INCIDENCIAS: La mayor parte de los poetas recitó tres poemas. Algunos (tres o cuatro) se marcharon sin leer por lo largo de la jam y lo tarde de la hora. Francisco J. Sevilla, Dani Orviz y Mayte Barrera Benito recitaron de memoria. Santiago Tena y Nacho Aldeguer lo hicieron leyendo su móvil. Batania leyó el poema “Esther”, que Beatriz Calvo le había mandado por correo. Francisco J. Sevilla trastornó el recital varias veces, aunque fueron menos de diez.
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Martes noche. Diablos Azules. Segunda Jam Session de poesía. Treinta poetas y subiendo. Se propuso plantar árboles para que la cofradía de la claustrofobia pueda seguir el recital desde las ramas. Carlos Salem, hombre que se ha inventado este hormiguero, se mostraba superado por su propia capacidad de convocatoria:
–A ver, un poco de colaboración. Tened en cuenta que no esperaba llegar a estas cifras de poetas hasta dentro de un año. Un poco de silencio, por favor. El que no sepa estar, que se vaya. Hay otros bares. Hay otros martes.
Poeta que huye, todavía sirve / para otra novela, decía la chica que responde al nombre de Bill Gorton, taxidermista, una de las revelaciones de la noche. Pero nadie huyó. O sí: algunos se fueron porque ya era tarde o no salían sus nombres o al día siguiente tocaba trabajar. O porque no había árboles a los que subirse, como hacían Idea Vilariño o Miguel Hernández.
Gsús Bonilla
El poeto invitado fue Gsús Bonilla, mamífero no rumiante de la orden de la poesía civil y responsabilidad ciudadana, la que se preocupa más por el sentido que por el sonido, más por la persona que por el poeta. Como decía Salem en la presentación del extremeño, refiriéndose a otros:
–Cuando deja de joderte lo que les pasa a los demás, empiezas a estar un poco muerto.
Bonilla representa como nadie el salto que ha dado la poesía de bar-blog-revista madrileña en los dos últimos años. Salto en cuanto a calidad, en cuanto a respeto y en cuanto a público. Una anécdota ejemplifica ese salto: cuando se dio a la búsqueda de editor para sus ovejas, hubo quien le pidió 1300 euros por publicárselas; veinte meses después ese mismo libro ha salido con Bartleby, una editorial superior y pujante, en la presentación más multitudinaria a la que yo he asistido nunca (antologías aparte). De El forro, un libro-pecado de juventud que se autoeditó, a Ovejas esquiladas, que temblaban de frío, de Bartleby, y Menú del día... a día, que saldrá el año que viene en Baile del Sol, existen tres trancos de calidad constante y ascendente que van dejando atrás su leyenda de hombre bueno, adjetivo este último que resulta sospechoso para un poeta cuando no viene acompañado de otros. De personas buenas que escriben libros infames estamos hasta el talón de Aquiles. Con las ovejas, las opiniones que recibe el bloguero extremeño comienzan a situarse en lo estrictamente poético. Aunque siga siendo buena persona.
Bonilla principió agradeciendo a Escandar Algeet que le hubiera introducido en el Bukowski, punto de arranque de su pasión poética. Prohibió los aplausos entre poema y poema, aunque fue en vano, y desgranó su recitado con trabajos en que hacía referencia a su madre, a su infancia, a su vaca Manchada, o aquel con el que se estrenó en el atril bukowskiano de Jennifer. Gustaron más los poemas del final, los nuevos, que los del principio, los viejos. Especialmente me gustó La prueba, impactante arte poética, y La flema, arrasador, que saldrá publicado en enero en la antología Viscerales, preparada por Mario Crespo y José Ángel Barrueco y editada por Ediciones del Viento. Recitó bastante bien, sobre todo los poemas del final, y no por las tablas adquiridas o porque se haya vuelto de repente un recitador excepcional, sino porque sus versos están cada vez mejor pensados, escritos y partidos, condición básica para el buen recitado. También soltó alguna pulla:
–Vivimos en un país libre en el que cada uno puede hacer lo que quiera... siempre que no te vean.
Francisco J. Sevilla
La sesión post-Bonilla estuvo guarnicionada por Paco Sevilla, al que hubimos de disfrutar y padecer en su mejor y peor repertorio. Sevilla es un hombre de extraordinaria agudeza que va por los bares madrileños soltando pedacitos de verso por la boca, un poeta torcido y brillantísimo al que el superlativo se le queda corto, pero es también un revoltoso impenitente y el trastorno oficial de los recitales de Madrid. Dicho sea esto con todo el respeto y el cariño que le tengo, que es mucho, y reconociendo que hasta cuando interrumpe al que está recitando lo hace con talento. El próximo libro de Sevilla, que saldrá en 2011, se titula La velocidad de la belleza. De su intervención ante micrófono se celebró mucho este aerolito: Súbete el clítoris que se te ve el tanga.
La jam, aunque por su esencia democrática suele ser bastante irregular, fue de un nivel bastante bueno. Valentina Trio comparó a los trabajadores de las empresas con limones a los que exprimir. Leire Olmeda hizo alusión al asunto WikiLeaks. Juana Vázquez, que tiene publicados cinco libros que juzgó “metafísicos”, anunció que quiere desmarcarse un poco de ellos con su próximo libro, Escombros de los días. En la presentación del siempre aplaudido Nacho Aldeguer, que hace (bien) tantas cosas y sale en tantas series de televisión que prefiero que acudáis a su ficha de Wikipedia, Salem dijo:
–Lo que no le voy a perdonar nunca a Nacho es que se ligara en una película a Cecilia Roth, con lo buena que estaba entonces Cecilia Roth.
Dani Orviz arrasó con un poema cuya almendra eran los constantes trabucamientos en el lenguaje. Mayte Barrera Benito recitó de memoria con seguridad y frescura un poema encadenado en el que la última palabra de cada verso daba comienzo al siguiente. Santiago Tena volvió a decir que su bar de poesía favorito de Madrid es los Diablos Azules, en lo que coincidió con Juana Vázquez. Tena hablo del agua como elemento que admira pero del que se siente lejano, y se propuso recitar poemas cercanos al fuego, del que se siente más partícipe, como así hizo, no sin antes advertir:
–Tratar de ser algo que no se es normalmente sale mal.
Ya decía Cioran que pierden el tiempo intentando ser budistas aquellos que por su naturaleza o respiración nunca podrán serlo. La poeta que más me gustó fue la ya citada Bill Gorton, cuyo trabajo, titulado Poeta-poema-poesía, se lo llevó Gsús Bonilla, y que contenía versos tan profundos y espléndidos como éste: El poema es un alarido de un corazón eunuco. El poema se puede leer en su blog. También me gustó un arte poética de Leo Zelada, el que terminaba con este verso: Solo la poesía me salvará del delirio. Zelada leyó su poema clásico Unabomber, del cual dijo que fue acusado de “terrorista” cuando lo recitó en la Casa de América.
Antologías de las jam session
Leyeron Kebran y Abel Aparicio. José Luis Zúñiga recitó con cadencia lenta y sentida y fue muy aplaudido, a pesar de que padeció la tormenta pacosevillista en su punto más álgido. Salem, que en la jam de la semana pasada prefirió ausentarse para que recitaran otros, se estrenó en la primera parte del recital con Mi franja de Gaza y un poema dedicado a los Diablos Azules. El escritor hispanoargentino ha sido reciente premio Paris Noir de novela negra por Nager sans se mouiller, versión francesa de Matar y guardar la ropa (Salto de Página), editada en Francia por Actes Sud. La novela va por la segunda edición; la primera edición de seis mil ejemplares se agotó en un mes. Salem empieza a tener cara de mclaren-mercedes o caballo de carreras: ya solo le queda ir al hipódromo o participar en las 500 millas de Indianápolis.
Anunció Salem para mediados del año que viene dos antologías separadas sobre las jam poéticas de los martes y las jam de minificción de los miércoles. Lo que nos faltaba. Ya digo que habrá que plantar árboles en los Diablos Azules. La sesión concluyó hacia arriba sobre la medianoche y dio paso a la demasiada cerveza y a nuestras estúpidas y baratas polémicas sobre poetas obvios vs poetas elípticos y Neruda vs Vallejo, por no hablar de los graves ataques que volvió a recibir la poesía del pobre Juan Ramón Jiménez, al que el sector rencoroso / neorrabioso sigue sin perdonar su etapa primera y cursilínea.
Hay una pequeña euforia en el ambiente porque el factor Salem ha vuelto a reunir a un puñado de poetas como no se veía desde hace dos años. Después de que Salem se fuera de San Vicente Ferrer, la parroquia del Bukowski se disgregó entre el propio Bukowski y cinco o seis bares poéticos que han ido surgiendo y enriqueciendo la fauna de Madrid. Los martes de los Diablos Azules no recuperan o imitan la respiración del Bukowski, porque hay lugares y momentos imposibles de repetir, sino que fundan una nueva respiración y una propuesta de imposible.
Estas jam son otra cosa y suenan a otra cosa, a un sonido que no tiene que ver con el micrófono ni con Salem ni con Paco Sevilla ni con el murmullo del fondo ni con el tintinear de la cerveza. Es un sonido especial y psicológico, hablo en serio, yo lo oigo.
Se nos oye crecer.