DIABLOS AZULES - JAM SESSION Nº 7
18 de enero de 2011
POETA INVITADA
Olaia Pazos
POETAS PARTICIPANTES POR ORDEN DE APARICIÓN: 1. Juan Carlos Pérez Medina • 2. Juana Vázquez • 3. Luis Ricardo Suárez • 4. Ramiro Tapiz • 5. Javier Javier • 6. Batania • 7. Rosa Silverio • 8. Alfonso Pindado • 9. Carlos Salem • 10. Leire Olmeda • 11. Francisco José Najarro • 12. Nuria Herrero • 13. Gabriel Maciel • 14. Santiago Tena • 15. Giovanni Collazos • 16. José Antonio Pamies • 17. Martín Ortega • 18. Perico • 19. El Cable Azul • 20. Marta Massé • 21. Montoya • 22. Irene del Barrio
DURACIÓN: Dos horas y veintisiete minutos (desde las 21:48 a las 0:15).
INCIDENCIAS: Nuria Herrero, Perico, Leire Olmeda y Giovanni Collazos recitaron de memoria. Santiago Tena leyó el primer poema con el móvil. En las paredes del local luce una exposición fotográfica de Javier Jimeno Maté, Fotografía expuesta, que se inauguró el 14 de enero y permanecerá hasta fin de mes.
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Que no, satélites, que no: las jam session no son festivales de poesía superlativa ni reuniones ursulinas de buenos cofrades ni el ejemplo más acabado de la supuesta salud de la poesía en la capital de la gloria: las jam session son un simple pacto entre bípedos caracterizados por el egoísmo, la ciclotimia y la tendencia al alcohol. Yo te escucho si tú me escuchas: tal es la letra del pacto. En caso contrario, ¿íbamos a aguantar dos o tres horas de pie escuchando a una recua de poetas, veinte poetas, treinta poetas, cuarenta?
Por eso triunfan las jam session. Por eso y porque Carlos Salem, perfecto conocedor de nuestros defectos, implantó el orden sorpresivo de llamada, que ya va siendo hora de explicarlo. Consiste en que uno puede apuntarse el primero en la jam, pongamos que a las 20:45, y, sin embargo, puede suceder que salga a recitar el último, pasada la medianoche. En estas sesiones nadie sabe ni por aproximación el instante en el que va a salir, salvo aquellos que lo piden por fuerza mayor o con receta del médico. Se evita de esta manera que la gente se relaje o aproveche para ausentarse durante hora y media en el momento en que conoce que va a recitar en el puesto 27. O de que la poetambre haga planes, Susana, te oigo mal, estoy en la jam de los Diablos, soy el número ocho, calculo que actuaré sobre las 22:30, quedamos en Cibeles a las 22:45. No quiero decir con ello que no nos guste la poesía, no. Claro que nos gusta. Nos gusta muchísimo. Sobre todo la nuestra.
Esa es la cruda realidad de las jam y la cruda realidad de la poesía en general, que disfruta a babor de una floración continua de plumas y voces pero, a estribor, sufre una carencia endémica de ojos y oídos sinceros. Ello no quita para que siempre haya una docena de almas de cántaro (el martes hubo más del triple, una rareza) que no suelen recitar y acuden por la cosa del bebercio, el ligoteo o, también, para escuchar a los amigos o algunos poetas de su predilección. Pero lo habitual de las jam es que escuchemos con un cuarto de oído a la mayoría de recitadores, con una oreja completa a una docena de elegidos y con los dos oídos enteros sólo a un club exclusivo de cuatro o cinco afortunados. Hay que merecérselo, claro. También se dan casos donde uno quisiera tener más de dos orejas para no perderse nada de lo que suena, pero son casos muy excepcionales. Hablo de Olaia Pazos.
El tétano del alma
Todos recordamos la primera vez que escuchamos a Olaia Pazos, ese timisoara de música, poesía e interpretación. De la fuerza que desarrolla esta chica en sus intervenciones no se puede escribir ni por aproximación, sino que hay que presenciarlo y resistirlo en el caso de que haya fuerzas, porque estamos ante una persona que se entrega de tal forma ante el micrófono que consigue acercar al público y hacerlo partícipe. A mí me da hasta un poco de miedo verla cuando se pone en trance. Estamos en el ciclo de los nervios, dice la poética de Huidobro, y en nadie como en ella veo esa presencia del nervio, de las venas naciendo naturales y creciéndole poco a poco por todo el cuerpo. Poetas hay que recitan solo con la boca y otros que utilizan también las manos o los ojos, pero Olaia Pazos pone en circulación el cuerpo entero para transmitirnos su más verdad, su stromboli rugiente de carne y espíritu. En ella se hace presente aquella frase de Artaud:
–Todo lo que no es un tétano del alma o no viene de un tétano del alma no es verdadero y no puede ser recibido en la poesía.
Pazos, de ascendencia vasca y gallega, nos ofreció una sesión de poco más de quince minutos donde se mostró más íntima de lo habitual y se ciñó a lo puramente poético. Recitó sin desplegar tanto las alas como otras veces, porque los versos con los que venía así lo ordenaban. “Vivir es una glotonería”, comenzó, y nos fue desgranando poemas dirigidos a su madre y otros que se movían entre la añoranza y la ironía:
Juguemos ahora a cantar canciones antiguasen inglésy a inventarnos el idiomaque siempre fue divertido imaginary lo de ser niños aún se nos da bien
Lo mejor de su intervención me pareció La filosofía del aplauso, declaración de principios que escribió a raíz de una crónica mía que no le gustó mucho porque en ella la llamaba “poeta espectáculo”. Os recomiendo que os detengáis en la fotografía de esa crónica, y no tanto por ella como por las tres personas que la están mirando, porque ahí se ve el grado de atención que concita esta chica. En la referida La filosofía del aplauso, que lamento no haber copiado, Pazos reclamaba la verdad valiente contra la mentira ostentosa.
–Yo no me exhibo, yo me expongo –repitió varias veces.
Para ver algo de su trabajo como actriz, podéis ver su videobook. Se me ha olvidado decir que Salem la presentó como una mujer “demasiado” y que Danilac escribió una vez, refiriéndose a ella, que “es un vodka inyectado en vena”.
Primera sesión “sostenible”
La jam session fue la primera de las siete que se han celebrado que giró en números soportables. Considero que la jam ideal es aquella que se mueve en una horquilla de doce a veinte poetas, y la del último martes congregó a veintidós, por lo que vamos entrando en números sostenibles. Lo que hemos vivido hasta ahora es una locura que no nos conviene, porque parecemos mihuras a punto de abrirse la puerta de toriles o compradores de colmillo goteante en la cola del primer día de rebajas. Uno se acelera, se presiona ante tanta gente, recita mal y con prisa, no escucha casi nada a los demás y todo se pervierte un poco. Salem dijo, por si acaso:
–Estas sesiones se han puesto los martes para no coincidir con las jam del Bukowski, que son el miércoles. El que tenga ganas de más poesía ya lo sabe: mañana hay otra sesión dos calles más abajo.
Recitó por primera vez Rosa Silverio. Alfonso Pindado leyó un poema en el que, citando la agresión que ha sufrido el consejero de Cultura de la Comunidad de Murcia, tildada de “terrorismo” en algunos medios, exponía otras formas solapadas de violencia, como el paro, la especulación o la banca. Juan Carlos Pérez Medina recitó partiendo de las reflexiones que le mereció "Amor líquido", obra del filósofo polaco Zygmunt Bauman, dedicada a analizar las relaciones personales y la postmodernidad. Salem dedicó su poema Gota a gota a Isabel García Mellado, que ha dado a luz hace una semana y a la que felicito, y otro a un amigo muerto, en el que decía que “la muerte es gilipollas”.
Martín Ortega comparó poesía con psiquiatría. Santiago Tena se refirió al poema sobre el infierno que recitó Dani Orviz hace una semana y señaló que, si esto es el infierno, él está dispuesto a quedarse. El canario Perico se estrenó y demostró cercanía y sensualidad en el recitado. Paco Najarro volvió a destacar por su recitación de mucha cadencia y también por su ingenio, como en las siguientes líneas:
Mi padre es un hombre trabajador, generoso, humilde y bajo. Yo soy un homúnculo altivo, egoísta, vago y bajo. Los dos moriremos con la misma genética.
Giovanni Collazos recitó por primera vez de memoria su clásico Nací en el lugar más absurdo del mundo. Gsús Bonilla me habló del impacto que causó Juan Carlos Mestre en el recital anual Inverso, el que organiza la editorial Ya lo dijo Casimiro Parker. Sobre la recitación de Mestre mantuvimos una polémica en los blogs en la que tanto Bletisa como yo, basándonos en algunos videos colgados en Youtube, mantuvimos la opinión de que nos parece sobreactuado, pero vamos a tener que cambiar de parecer. Me lo dijo Esther Guerra la semana pasada:
–Los videos de Youtube no valen, a mí tampoco me gustan. Tienes que verlo en directo, es una bomba.
Iremos a ver a Mestre, por tanto. También hablé con Bonilla de la entrada que publicó en su blog el pasado viernes, de la que copio la parte principal:
...noto un tufillo, cada vez más intenso, a racismo en el planetapoesía; resulta que hay una especie superior en mis contemporáneos, una “elite” dentro del sistemas de castas en el que nos hayamos, porque quieras o no, y aunque tú no lo sepas, o sí, se te pone una etiqueta y santaspascuas. leo. oigo. en redes sociales, blogs, prensa... en poemas, quizá esto último, para mí, lo más insoportable. me da en el hocico que afloran, o quizás siempre estuvieron, ciertos matices que con el tiempo tienen pinta de rozar lo xenófobo. puede que sea alarmista, seguro; pero no me gusta nada el olor que desprende la discriminación, el aroma a superioridad, el hedor que proviene del descrédito.
La historia que narra Bonilla es antigua. El artista del idioma suele atacar al artista de la vida. El poeta de clerecía ataca al juglar. También sucede al contrario pero mucho menos. Ya en el Libro de Alexandre el autor la emprende contra los juglares (Mester trago fermoso, non es de íoglaría, / mester es sen pecado, ca es de clerezía, / fablar curso rimado por la cuaderna vía / a síllabas contadas, ca es gran maestría) y lo mismo hacen Gonzalo de Berceo y el Arcipreste de Hita. Góngora se mofa de Lope de Vega por rebajar su poesía al nivel de la plebe, y hasta gigantes como César Vallejo son y siguen siendo atacados por lo que se consideran errores de forma. En la prosa pasa parecido: Avellaneda hace un chiste fácil con los “yerros” de la cárcel donde Cervantes concibió la primera parte del Quijote, y narradores como Balzac, Zola o Dostoyevski son acusados de prosa-chapuza. Valle-Inclán llama “garbancero” a Galdós. “Qué gran escritor Balzac, si hubiera aprendido a escribir”, dice Flaubert, y atención a lo que declaró Faulkner:
–En ningún libro de Hemingway me he encontrado una sola palabra que me obligue a levantarme y buscar en el diccionario.
Le dije a Bonilla, y él estaba de acuerdo conmigo, que estos ataques que empezamos a recibir los poetas amétricos y narrativos no provienen de nuestros fallos formales, que siempre los hemos reconocido y que ya iremos corrigiendo poco a poco, sino del crecimiento que hemos experimentado en los últimos años, y eso que seguimos sin ser nadie. Mientras éramos unos pobres anónimos que malvivíamos sin comernos una rosca, todo el mundo nos elogiaba por nuestra frescura, aires nuevos, atrevimiento y bla-bla-bla, pero ahora que hay un circuito de blogs, bares, revistas y editoriales pequeñas pero pujantes que nos hacen caso, comienzan a aparecer los inevitables patricios que, con su cara de corbata y las bolsas cargadas de hayques, nos exigen trivios, cuadrivios y aprendizaje obligatorio de las leyes jurásicas de pesos y medidas. Que tenemos que hacernos endecapléjicos, nos dicen. Que debemos escribir con una flor hincada en el culo, no te lo pierdas. Qué preocupados están con nosotros, los pobres. Mientras tanto, un tal Nicanor Parra, no sé si lo conocen, aconseja a los jóvenes que empiecen a escribir como les venga en gana porque, subraya, en poesía todo está permitido.
Escandar Algeet junto a García Montero
De José Antonio Pamies me gustó "la triste vocación de policía" que achacaba a Occidente en su poema Abrazado a lo otro, que se puede leer en su blog. Gabriel Maciel comienza a quedarse fijado en mi cabeza por su recitación sentida y pausada. Nuria Herrera se estrenó también con su memoriosidad y seguridad habitual. Nuria es de esas raras personas que te puede estar una tarde entera recitándote poemas completos de sus poetas favoritos, costumbre ya en desuso.
–Apunta este nombre, Batania –me dijo un menda hace unas semanas–: el mejor poeta vivo en español es Alfonso Quijada Urías.
–¿Alfonso qué? ¿Me puedes decir algunos versos?
–Ah, qué va. Busca en Google. Alfonso Quijada Urías. Salvadoreño. Un crack.
Ya lo busqué y es muy bueno, pero no me detengo. Irene del Barrio se proclamó habitual de los botellones y recitó un poema contra los cortejadores incansables de mujeres. Juana Vázquez está llevando hasta el límite su propósito de ir abandonando su poesía metafísica anterior por una más cercana y a veces erótica. Su poema más aplaudido concluía así:
Dicho de otra manera:yo te quiero follar como te folla el tiemposin dejar ni una brizna de tu cuerpo al margen...¡¡todo entero!!
No se me olvide referir que Escandar Algeet recitará en Diablos Azules el 29 de este mes junto a Luis García Montero, dentro del ciclo Delirium Tremens que organiza la editorial Ya lo dijo Casimiro Parker y que consiste en unir a un poeta joven con un poeta consagrado. Escandar Algeet es ese chico que firma en la red con Tayler Durden y cuyos comentarios en este blog son verdaderas cápsulas de significado. El último que me ha enviado, por ejemplo, termina así:
-El mundo está hecho mierda. ¿De qué si no se iba a escribir tanta y tan buena poesía?
Javier Javier, cuyo nombre literario es J. Seafree, nos trasladó sus comienzos dentro de poéticas cercanas a la vanguardia y nos leyó una letanía publicada en una antigua revista que editaba hace casi veinte años, “La nueva poesía eléctrica”. Me regaló El universo sería paz, por lo que aprovecho para copiar Las palomas, poema que recitó la semana pasada y que me gustó mucho:
cada instante que un niño pasadando de comer a las palomases una enmienda al mundo¿para qué sirve un misildueños de la muerteque dormís entre plumas?
Era la una de la mañana cuando abandoné el local y me dirigí por San Vicente Ferrer hacia mi trabajo, aún con el recuerdo de una jam de nivel medio y mucho más sosegada que las anteriores. Mientras caminaba iba recordando a los poetísimos que denunciaba Bonilla, que al parecer disponen de tanto tiempo libre que lo dedican a explicarnos a los demás lo que es la poesía y en qué centímetro exacto comienza la no poesía. Creo que fue Vicinzcey el que dijo que, a la hora de contratar un profesor de tenis, conviene primero verle jugar, y eso es lo que me pasa a mí con la mayoría de estos seres superiores: siempre me convencen con sus artes poéticas y nunca con sus poemas. Demasiado eufónicos, demasiado literarios, demasiado miraquelindos, demasiado coñazos. No les niego méritos y, de hecho, son los únicos con los que puedes pasarte una tarde entera hablando, por ejemplo, de temas tan fascinantes como la utilización de la sinestesia en la obra última de Juan Ramón Jiménez, pero ya digo que me noto una falta de órganos hacia la mayoría de ellos, un total pasotismo hacia sus hayques, hacia su escapismo, su compromiso con el cero, un aburrimiento cósmico, en fin, ya lo he dicho antes, no sé si me explico.
Que no me gusta cómo juegan al tenis, vamos.